El testimonio humano y la entereza personal de Ingrid Betancourt, secuestrada durante más de seis años por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), han sobrecogido a la opinión pública internacional y han provocado el rechazo y la condena unánime de aquellos que practican cualquier forma de terrorismo y niegan con sus actos la esencia de los Derechos Humanos. Sus palabras y actitudes se han orientado a la reconciliación de los colombianos y han conmovido a Iberoamérica y Europa, donde hemos trabajado conjuntamente no sólo por su liberación, sino por la de todas aquellas víctimas de la violencia terrorista y por su reconocimiento en el ámbito internacional.
Ingrid Betancourt es hoy una abanderada de la lucha contra el terrorismo que expresa con toda su energía el reconocimiento a sus salvadores, el perdón a sus secuestradores y la felicidad que le proporciona volver a ser dueña de su destino en compañía de sus familiares y amigos.
Su testimonio la ha hecho merecedora del premio “Príncipe de Asturias de la Concordia”, pues tras su secuestro en la selva colombiana, Betancourt promueve con la reconciliación en su país a través del diálogo eficaz, el respeto y el perdón. Su experiencia se puede trasladar a regiones, países y zonas de conflicto ideológico o de visiones encontradas, pues el camino de la concordia desemboca en la cultura de la paz y en el desarrollo.
La experiencia personal de Ingrid Betancourt tiene una fuerza moral de carácter universal que nos conduce a la solidaridad con las víctimas del terrorismo y sus familiares, así como a perseguir y condenar la violencia y todas sus expresiones. Por esta razón considero que el jurado del premio “Príncipe de Asturias de la Concordia” ha acertado plenamente al otorgarle este galardón, pues Ingrid Betancourt representa y simboliza hoy estos valores universales.