Desde el 17 de diciembre se ha abierto un período que inaugura la normalización de las relaciones cubano-norteamericanas que, afortunadamente, se alejan del duro período especial que sufrió la Isla tras el hundimiento de la extinta URSS y el recrudecimiento del bloqueo. Se ha expresado la voluntad de cambio y del establecimiento de una nueva relación política, aunque aún quedan muchas cuestiones que negociar, como expresaron los Presidentes Obama y Raúl Castro. El día 17 del pasado mes supuso también un gran paso para el éxito de la Cumbre de las Américas que impulsará las bases para el diálogo y los acuerdos hemisféricos.
El desmantelamiento del andamiaje político y legal construido a lo largo de más de 50 años necesitará tiempo y, previsiblemente, será una tarea difícil, aunque la voluntad de consenso de ambos países es inequívoca. Así lo prueban las delegaciones políticas y diplomáticas que han viajado a Cuba desde el 17 de diciembre. El dinamismo de la política y la diplomacia desplegados por Washington y La Habana expresan una voluntad que responde a la agenda de intereses mutuos y de buena vecindad. Frente a ésta, el resultado de los contactos entre la Unión Europea-Cuba parecen ir más lentos y, en mi opinión, deberían ir por delante de los cubano-norteamericanos. En estos momentos, lo fundamental para la UE es acelerar las negociaciones con Cuba, que se encuentran en punto muerto, y sepultar definitivamente la posición común. La UE debe asumir su liderazgo y crear las condiciones adecuadas para el levantamiento del embargo y para que Estados Unidos adopte medidas en esta dirección lo más rápidamente posible. Así pues, es necesario y urgente acompañar la iniciativa de sacar a Cuba de la lista de Estados terroristas pues, al margen de que su inclusión no se corresponde con la realidad, este país ha colaborado sin titubeos con diversas solicitudes de España en esta materia y nuestro país puede testificar en favor de la salida de ese listado, pues era conocida, de manera discreta, la colaboración cubana en la lucha contra ETA. Tanto en los años de plomo, como en el abandono de las armas de la organización terrorista, Cuba ha apoyado a España sin fisuras el combate contra esa lacra, y lo ha hecho con eficacia y generosidad. Además, La Habana es la anfitriona de las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC y, por ello, han reiterado públicamente su satisfacción por la acogida e interés. De igual manera, los gestos que hemos observado desde principios de año anulan el sentido de la inscripción de la Isla en ese registro.
La UE debe promover y facilitar también el acceso de Cuba a diversas instituciones multilaterales de las que hoy está ausente y que podrían reforzar su visibilidad, aporte de valor e interés en la comunidad internacional. Creo que llegados a este punto no hay que recordar o insistir en los vínculos de Cuba con España y con muchos países de Europa, así como con nuestros aliados, pues la diplomacia cubana está entre las más destacadas del mundo.
En este contexto se puede producir una paradoja: si Cuba y el promotor del bloqueo, Estados Unidos, negocian acuerdos bilaterales sin suprimir las sanciones para terceros países podrían producirse graves disfunciones en las relaciones políticas, sociales, económicas y culturales de la Isla y de Estados Unidos con el resto del mundo. Este enfoque debe estimular a la UE a reforzar el diálogo político y la cooperación con La Habana pues, de otro modo: ¿se quedará la UE colgada de la brocha…?