En las últimas semanas se ha establecido una dialéctica “curiosa” entre impotencias y ocurrencias que nos ha deparado escenas y afirmaciones grotescas. La clase política parece empeñada en acostumbrarnos a salidas de tono en vez de buscar soluciones a los desafíos de la humanidad y de los Estados. No deseo comentar aquí las vías para erradicar el hambre en el mundo, para la lucha contra el cambio climático y la escasez de agua, o las sugerencias para la salida a la crisis financiera y la persecución de la economía sumergida.
La última noticia que nos llega de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es la propuesta de promocionar el consumo de insectos para luchar contra el hambre en el mundo. Para moderar el gasto de agua y combatir el cambio climático se aconsejan duchas de agua fría. Y para atemperar la crisis financiera y reducir el fraude fiscal se recomienda la retirada de los billetes de 500 euros, desconocidos por el propio titular de Economía.
No pongo en duda las buenas intenciones de los organismos y promotores de estas propuestas aunque éstas sólo son efectos de la impotencia y la incapacidad para hacer frente a retos políticos acuciantes. Los responsables de la FAO deben encarar con mayor rigor las verdaderas dificultades a las que se enfrenta la organización para alcanzar su objetivo esencial: erradicar el hambre en el mundo y asegurar una alimentación adecuada.
En mi opinión, y con ánimo constructivo, considero que es cuestionable que la dieta de insectívoros respete las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria; garantías de un derecho universal sobre el que existe consenso científico, técnico y político. Se pueden enmascarar todas estas cuestiones, pero hay que valorar más ámbitos y, sobre todo, no orientar estas dietas en exclusiva a los países en desarrollo que, generalmente, son los que sufren déficits alimentarios.
La lucha contra el hambre, la pobreza y las desigualdades no pueden circunscribirse a la dialéctica impotencia-ocurrencia, pues hablamos de garantías de derechos universales. Para la alimentación adecuada de la población mundial contamos con medios tecnológicos y tradicionales, y producciones excedentarias. Hay que vencer la impotencia de la erradicación del hambre y, por ello, no deben confundirse ocurrencias, medios y objetivos.