«Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina»
Miguel Hernández
El gran desafío de la humanidad es proporcionar a todos los seres humanos las condiciones apropiadas para hacer posible el pleno uso de las facultades que les son exclusivas y distintivas. Es apremiante que seamos capaces de deshacernos de tantas adherencias, de tantas informaciones e imágenes que nos entretienen e impiden reflexionar y decidir nuestra conducta. Nos tienen distraídos, receptores impasibles de noticias —es decir de sucesos insólitos— que ocultan los grandes retos que personal y colectivamente deberíamos disponernos a abordar.
Es éticamente inadmisible que la trastocada gobernación mundial invierta 4000 millones de dólares diarios en la compra de armamento y en gastos militares, al tiempo que —no me canso de repetirlo— mueren de hambre y desamparo más de 60000 personas, de ellas 35 000 niños y niñas de uno a cinco años. Éstos son los retos, éstos son los desafíos, éstos y no otros son los auténticos e ineludibles problemas de conciencia.
«Un niño que muere de hambre es un niño asesinado», así se expresó Jean Ziegler, exrelator de la ONU para el Derecho a la Alimentación… «Cada cinco segundos muere de hambre un niño menor de diez años»… y los más poderosos miran hacia otro lado. Tendremos que elevar un clamor popular como un movimiento solidario en las redes sociales del ciberespacio para que sean millones los seres humanos que atiendan, que aporten y que llamen la atención.
Hace poco transcribía en mi blog un impresionante poema de Rosario F. Cartes: «Los poderosos… ponen en vuestras bocas un hambre planetaria… mas todo está escrito en las cimas abatidas de estos ojos niños, hijos vuestros llorados, hijos olvidados nuestros. Y es la dignidad de sus cenizas la indignidad nuestra».
Indignidad nuestra que es urgente dignificar actuando, compartiendo, exigiendo a los gobernantes que dejen de confundirnos con temas financieros, valores bursátiles, primas de riesgo y agujeros bancarios, y asuman sus responsabilidades supremas. La voz a ti debida, escribió Pedro Salinas. Movilización de los ciudadanos, elevando sus voces para la inflexión histórica que es necesario realizar para superar la presente crisis sistémica. Voz debida —voz de vida— a todos quienes sufren las consecuencias de la pobreza extrema.
Esta es la voz, casi grito, que Miguel Ángel Moratinos, profundo conocedor de los entresijos de la situación a escala planetaria, levanta serena pero firme. En primera línea de la acción solidaria, que tanto promovió durante los años en los que desempeñó la cartera de Asuntos Exteriores y Cooperación del Gobierno de España, Miguel Ángel Moratinos ha escrito este libro, LA LUCHA CONTRA EL HAMBRE, en el que, además de poner de relieve los grandes trazos de la inanición en los distintos continentes —países prósperos incluidos— propone las soluciones que podrían enderezar esta cuestión esencial que nos concierne a todos.
De una vez, debe iniciarse sin demora el fortalecimiento de un multilateralismo democrático para hacer posible la transición desde una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra, a una economía de desarrollo global sostenible y humano, basada en las siguientes prioridades:
∗ Alimentación (agricultura, acuicultura, biotecnología).
∗ Agua (embalse, conducción, gestión, producción).
∗ Servicios de salud.
∗ Suministro de energía.
∗ Medio ambiente.
∗ Educación para todos.
∗ Paz.
La garantía del aporte alimenticio forma parte del Plan de Acción de la Declaración sobre una Cultura de Paz, adoptada por las Naciones Unidas en octubre de 1999. No podía ser de otra manera: el cambio radical que representaría el paso de la fuerza a la palabra traería consigo, en primer lugar, la erradicación de esta afrenta, de este fratricidio inaparente.
No sólo tenemos que alimentar a más personas —por el incremento demográfico, tan notablemente atemperado—sino durante más tiempo, por el aumento de la longevidad. Son dos buenas noticias. La humanidad posee los conocimientos para asegurar este suministro. Lo único que requiere es que se transfieran parte de los inmensos fondos dedicados a la seguridad de unos cuantos a la nutrición de todos. «La alimentación es la primera de las medicinas, el más importante de los tratamientos», dije en la presentación de una sesión científica de la Real Academia Nacional de Medicina dedicada, precisamente, a la producción de alimentos.
El autor, tan consciente del valor conceptual del plural del ‘yo’ —‘nos-otros’—ha hecho de la atención a los menesterosos, con el extraordinario bagaje internacional que posee, su dedicación básica en el tercer tramo de su vida, de su dilatada y sobresaliente trayectoria. Lo pone de manifiesto en la introducción de esta excelente publicación, disponiendo del «entusiasmo, el compromiso y la fortaleza para seguir avanzando en la lucha contra el hambre, la pobreza, la desigualdad». Y añade: «La historia de la humanidad está íntimamente vinculada a la lucha humana por garantizar su supervivencia, y ésta tiene como primer requisito asegurar las necesidades alimentarias. Cuando las comunidades humanas se hicieron sedentarias y encontraron un espacio idóneo para alimentarse se inició realmente el progreso de la humanidad».
«La Cumbre del Milenio», indica más adelante, «con sus ocho objetivos de desarrollo, fija el hambre y la extrema pobreza como su primera tarea para el año 2015». Pero, como era de esperar, los fondos aportados por los globalizadores no permitieron imaginar objetivos más ambiciosos y, a continuación, disponer de los medios necesarios para ello.
Es imprescindible reponer los valores éticos —justicia social, libertad, igualdad y solidaridad— en la guía permanente de la gobernación a todas las escalas (local, nacional, mundial). Y para ello es imprescindible, así mismo, que sean los pueblos, como lúcidamente establece la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas, quienes tomen las riendas del destino común en sus manos.
Es necesario abandonar sin dilación los grupos plutocráticos que han pretendido en vano asumir las funciones que la ONU debía haber realizado, y plantear rápidamente un multilateralismo democrático que permita el nuevo comienzo que preconiza La Carta de la Tierra, para estos albores de siglo y de milenio.
Sólo de este modo, y si logramos que sean millones y millones las personas a quienes en poco tiempo, y gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, les duela, como en el verso de Miguel Hernández, un niño hambriento «como una grandiosa espina», seremos capaces de acometer las grandes transformaciones que son ineludibles.
Gracias a Miguel Ángel Moratinos por esta aportación, por el compromiso político y ético que representa y que permitirá, estoy seguro, contribuir de forma notable a que el poder ciudadano logre en pocos años grandes avances en estas cuestiones esenciales para la vida digna de todos los seres humanos y que no se cumpla la terrible sentencia de Albert Camus: «Les desprecio porque pudiendo tanto se han atrevido a tan poco».
FEDERICO MAYOR ZARAGOZA
Presidente de la Fundación Cultura por la Paz
www.fund-culturadepaz.org