Alianza de Civilizaciones: compromiso cívico

A la luz de las propuestas formuladas por el Grupo de Alto Nivel de Naciones Unidas, la Alianza de Civilizaciones descubre un camino inexplorado por la comunidad internacional que involucra la acción de las sociedades civiles, así como los niveles local, estatal, interestatal, regional y global. Sus áreas de recomendación se circunscriben a los campos de la juventud, la educación, la migración y los medios de comunicación.

Los espacios políticos de este proyecto de la Organización de Naciones Unidas auguran un tiempo de diálogo, intercambio y concertación; procesos ampliados y renovados por las exigencias de un mundo globalizado e interdependiente que afronta retos comunes y bien definidos por la agenda internacional. La paz, la promoción y protección de los Derechos Humanos y los valores democráticos, los desequilibrios económicos y sociales o el cambio climático, son desafíos que interpelan al progreso y el avance global.

La Alianza de Civilizaciones responde a un horizonte de reformas necesarias y urgentes del sistema de relaciones internacionales para adecuarse a los desafíos de una realidad cambiante, compleja e incierta. España participa y ha promovido la creación del Club de Países Amigos de la Reforma de Naciones Unidas, que se reunió en Granada el pasado año. En ella abordamos las propuestas de Kofi Annan, recogidas en su informe “Un concepto más amplio de la libertad: desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos”, pronunciado ante la Asamblea General, en marzo de 2005. Articulamos criterios sobre la necesidad de reformas institucionales que afecten al Consejo de Seguridad, al Consejo Económico y Social, y a la Comisión de Derechos Humanos. La Alianza de Civilizaciones debe apoyar y mejorar los procesos de reforma del sistema internacional entre los estados asociados.

La Alianza brinda la participación de la sociedad civil global comprometida con la superación de recelos y desconfianzas, fundamentados en percepciones equívocas y simplificadoras. Éstas desfiguran sociedades modernas, activas y creativas de Iberoamérica, el Mediterráneo, África y  Asia, que defienden la supremacía y universalización de los Derechos Humanos, la legalidad internacional y la solidaridad. Valorar estas consideraciones no es un ejercicio de retórica, sino la constatación del activismo de la sociedad civil global y la expresión de la voluntad de muchos Estados y organismos internacionales.

Sin duda, es el momento de comprometerse y actuar con mecanismos de revisión y actualización de iniciativas que establezcan criterios de equidad, para aplicar decisiones colectivas en estas materias y fomentar la cooperación y concertación de las prioridades de la agenda internacional. Interés y preocupaciones que comparten hoy millones de ciudadanos de todo el mundo. En la Alianza de Civilizaciones tienen un instrumento de compromiso con un futuro de conocimiento, respeto y colaboración; un medio para deconstruir estereotipos y promover consensos que dinamicen la cooperación emprendedora de sociedades civiles y actores emergentes.

Como señaló el Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, es un medio para que el Derecho y no la fuerza sea el fundamento del orden internacional, y para que el diálogo y la cooperación primen entre ciudadanos iguales en dignidad y derechos. De este modo, el Derecho Internacional recupera la dimensión republicana en su sentido más amplio y se incorpora a la Historia Intelectual de las Naciones Unidas.

La Alianza de Civilizaciones creará un entorno adecuado para la interculturalidad, para el diálogo respetuoso entre tradiciones y el reconocimiento de la diversidad de raíces y cosmovisiones; pues como ha señalado el filósofo iraní Jahanbegloo, “hoy no existe un conflicto entre culturas: el verdadero conflicto es entre aquellos que defienden la diversidad y aquellos que se oponen a ella”.

La Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de UNESCO, que entró en vigor el pasado mes de marzo, define la diversidad cultural como “la multiplicidad de formas en que se expresan las culturas de los grupos y sociedades”. Invita al respeto y el diálogo cultural en un sentido extenso; a la concertación y la adopción de medidas efectivas que establezcan canales de comunicación y entendimiento para preservar y difundir el Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El diálogo transcultural es, y ha sido, un medio para crear climas de confianza para afrontar dificultades de comprensión y cooperación en el ámbito internacional. Gracias a él se han abierto las puertas a la diversidad, al respeto y a la consideración de minorías, a la vez que se ha favorecido la libertad de expresión y de asociación; ámbitos en los que aún queda mucho trabajo por avanzar, así como en la autonomía, democracia interna y transparencia de las organizaciones de la sociedad civil.

En la actualidad es comúnmente admitida la idea y los hechos que interrelacionan culturas y civilizaciones. Nuestro mestizaje se amplía con los medios y soportes de la era digital, así como con la extensión de un concepto de civilización amplio que asume las perspectivas global y local, y los usos civiles y sociales. El Nóbel hindú Amartya Sen critica a aquellos que pretendidamente establecen fracturas entre civilizaciones, pues considera que se han basado siempre en una extraordinaria tosquedad intelectual e inocencia histórica.

En este sentido apunta Edward W. Said: “las culturas coexisten e interaccionan de un modo muy fructífero…”, a la vez que critica la división simplista entre “nosotros” y “ellos”, entre “buenos” y “malos”, pues considera que “con todo esto hay dos suposiciones viciadas: la primera, que su civilización (el Islam) se opone radicalmente a la nuestra (Occidente), una tesis vagamente basada en la tesis deplorablemente vulgar y reduccionista de Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones; la segunda es la absurda idea de que analizar la historia política o la naturaleza del terror, en la tentativa de tratar de definirlo, equivale a justificarlo”.

En septiembre de 2004 y ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Presidente del Gobierno español, “como representante de un país creado y enriquecido por culturas diversas” y golpeado por la crueldad del terrorismo, propuso la Alianza de Civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán, pues “cayó un muro” y ahora debemos evitar que “el odio y la incomprensión levanten otro”. En la LIX Asamblea se acordó la constitución de un Grupo de Alto Nivel para llevar a cabo esta iniciativa global; una aportación de los Gobiernos español y turco necesaria y urgente, que constituye una línea prioritaria de las relaciones internacionales.

Para España la Alianza de Civilizaciones posee un valor estratégico en la esfera internacional y también en clave nacional, pues ha permitido un giro coherente de la política exterior y la definición y ampliación de nuestra diplomacia pública. Este cambio de rumbo nace del convencimiento de que la fuerza del diálogo y la concertación son las vías adecuadas para afianzar la convivencia y el respeto mutuos, lo que exige potenciar el multilateralismo eficaz, la defensa de la legalidad internacional y de los Derechos Humanos.

En la actualidad los Estados no pueden afrontar autónomamente los desafíos derivados de la globalización, entre los que se encuentran: el desarrollo pleno de derechos políticos y sociales, la aspiración a índices de desarrollo humano y calidad de vida o el cambio climático. Los radicalismos y la intransigencia han dificultado el crecimiento armónico de pueblos que han protagonizado episodios históricos de respeto y entendimiento mutuo, y son cuna de civilizaciones y tradiciones milenarias. La Alianza de Civilizaciones pone en común la gestión de ese legado, revaloriza sus espacios comunes e implica a la ciudadanía y a todos los niveles institucionales en mirar al futuro.

LA TERMINOLOGÍA

La denominación de la iniciativa como Alianza de Civilizaciones se ha discutido en el ámbito político, académico y científico donde se ha puesto de relieve que el préstamo terminológico no implica necesariamente el conceptual. En la propuesta subyace la idea de promocionar un consenso político fundamentado en el diálogo intercultural y la cooperación efectiva.

Su designación se centra más en un reclamo de naturaleza simbólica que en sus fines. La denominación Alianza de Civilizaciones es meramente instrumental y rehuye las aproximaciones esencialistas, relativistas o culturalistas que, por lo general, enfatizan el reduccionismo de aspectos civiles, sociales y políticos. Estas herencias de los discursos colonialista, eurocéntrico y occidentalista no justifican en ningún caso ingerencias inadmisibles, que son contestadas y condenadas por la opinión pública global.

En la modernidad los nacionalismos confeccionaron identidades que abarcaron tanto la dimensión individual como colectiva. Perfilaron una imagen propia positiva y narcisista que, en algunos casos, asimila velada o abiertamente la crítica o el desprecio al vecino. En muchos casos, la expansión europea y la descolonización tuvieron como respuesta en líderes políticos, religiosos e intelectuales árabes, así como en otras culturas e instancias, la instrumentalización de las creencias como medio de resistencia solidaria y control político; hecho que no es exclusivo del Islam, sino que se aprecia también en credos monoteístas que se han sumado a fines geopolíticos y estratégicos. La Historia recoge hechos y períodos que así lo corroboran.

La primacía de esta iniciativa se acentúa con el término “alianza”, entendida como voluntad expresa de alcanzar compromisos firmes entre organismos internacionales, estados, gobiernos y sociedades civiles, donde se establezcan adhesiones y complicidades para formalizar un “contrato global” por la convivencia intercultural.

La Alianza no viene a suplantar ninguna iniciativa surgida de la Historia Intelectual de las Naciones Unidas y evitará duplicidades de instrumentos y recursos. Se persigue optimizar los resultados en la comunidad internacional y en la sociedad civil global, como vía para gestionar desafíos apremiantes para el respeto pleno a la dignidad humana. De igual manera, fortaleceremos el núcleo común de los valores compartidos por la comunidad internacional para garantizar con mayor eficacia su seguridad y extensión; es decir, para reconocer nuestra identidad común y mestiza, compleja y diversa.

La Alianza de Civilizaciones como propuesta política con vocación universal, requiere de un debate a escala “glocal”, organizado por instituciones internacionales, regionales, estatales y locales, tanto públicas como privadas, pertenecientes a sectores sociales, culturales, económicos, religiosos, científicos o tecnológicos. Debe asociar una visión y voluntad políticas a grandes aportes de la sociedad civil y de los ámbitos de innovación e investigación para adaptarse a grupos de actores y sectores.

El diálogo ciudadano es fundamental para aplicar las recomendaciones concretas que se pueden articular mediante estructuras regionales, aunque sus dimensiones sean universales y cuenten con la legitimación, la gestión y seguimiento de Naciones Unidas, y de otras instancias multilaterales y estatales.

Existe un interés creciente en las sociedades civiles de todo el mundo y en la opinión pública global por ampliar el conocimiento, la participación y la cooperación para gestionar enfoques diversos, necesariamente debatidos y concertados, como medio de asumir responsabilidad civil en la comunidad internacional. Experiencia creativa, enriquecedora y constructiva que conforma el núcleo de inspiración de la diplomacia pública, así como de la integración de contextos de actividades y experiencias públicas más allá de los Estados nacionales.

El consenso y el discurso de la comunidad internacional superan la iconografía cultural como construcción hermética e inalterable, para dar paso a la reciprocidad, a la supresión jerarquizada de culturas y civilizaciones y al derecho internacional: a la diversidad. Los futuros posibles no están amordazados por las armas del conocimiento sino por los promotores interesados en las culturas del dogmatismo, la simplificación, la inseguridad y el miedo, cuando en realidad a “lo único a lo que debemos temer es al miedo mismo”. Éste es protagonista de la inestabilidad y un factor multiplicador de conflictos y revueltas regionales, nacionales y locales, al tiempo que agita fundamentalismos teocráticos, exalta nacionalismos, enfrentamientos étnicos y tribales y arroja aún más incertidumbre sobre nuestro tiempo.

El terror no es monopolio exclusivo de grupos de fanáticos y criminales, de estados fallidos, de pretendidos intereses económicos o culturales, de regiones geográficas u orientaciones con etiqueta político-religiosa. Es también fruto de la miseria, la desigualdad, la ignorancia, la incomprensión, la marginación, la humillación y la ausencia de futuro. No se puede olvidar que entre los instigadores del miedo se encuentran los fanáticos que “ven complots y conspiraciones en todas partes”, como señala Umberto Eco.

La construcción histórica de las representaciones colectivas debemos revisarla desde la convivencia y la cooperación, alejada de revanchismos atávicos, emotividades o clichés de imaginarios históricos. El informe del Grupo de Alto Nivel abre posibilidades para la comunicación fluida entre naciones y culturas. Para que “negocien sus intereses en una mejor igualdad de condiciones y persigan objetivos comunes al tiempo que mantienen sus propios sistemas de creencias e identidades”.

El propósito de la Alianza de Civilizaciones es actualizar el estado de las relaciones entre las sociedades contemporáneas, así como sus cosmovisiones y percepciones recíprocas; “es avanzar lo suficiente -como nos recuerda Vallespín- en nuestra capacidad de entendimiento mutuo como para mantener viva la idea de que aquello que nos une sigue siendo superior a lo que nos separa”.  Y “por tanto, aspirar a una convergencia en torno a los principios  de una “ética” global que sostenga las bases de la convivencia planetaria y lime los conflictos interculturales”.  Edgar Morin llama la atención en este sentido sobre la conciencia de que “vivimos en una comunidad de destino planetaria frente a las amenazas mundiales”.

Los derechos universales sientan las bases de una ciudadanía civil y social universal que comparte valores, preocupaciones e intereses comunes. La profundización en estas bases supondrá un impulso a la acción multilateral concertada que redundará en la estabilidad mundial y en la armonía en la que están implicadas estructuras institucionales y sociedades civiles.

Los Derechos Humanos deben prevalecer sobre otras consideraciones y los Estados tienen la responsabilidad de preservar sus garantías, porque integran la diversidad de enfoques sobre retos y apuntan posibles soluciones; inciden en los desafíos de la seguridad humana, que interrelacionan los ámbitos sociales, económicos, culturales, medioambientales y de desarme.

El acervo integrado por los principios universales recoge lo mejor de las herencias y producciones culturales de toda la humanidad y, como indica Edward W. Said, el humanismo no tiene nada que ver con el alejamiento de la realidad ni con la exclusión, sino “más bien al contrario: su propósito consiste en someter al escrutinio crítico más temas, como el producto del quehacer humano, las energías humanas orientadas a la emancipación y la ilustración o, lo que es igualmente importante, las erróneas tergiversaciones e interpretaciones humanas del pasado y del presente colectivos”.

Los principios rectores que han conducido los trabajos del Grupo de Alto Nivel tienen como fuentes inspiradoras la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, “cuyo objetivo es liberar a la humanidad del temor y el sufrimiento”. La tradición racionalista y universalista que los sostiene se halla implícita en culturas y creencias espirituales de todos los tiempos, que han contribuido a la evolución y a transformación de la Historia de la Humanidad en “una historia de préstamos y de constante fertilización mutua”. Sería prolijo recordar las aportaciones culturales de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, sin caer en la simplificación e ignorar el valor y el rigor de matices y singularidades.

Los términos del debate de la Alianza de Civilizaciones, promovidos por la cooperación multilateral y el activismo cívico, recuerdan la necesidad de afrontar con decisión colectiva viejos conflictos y acometer los retos derivados de los desequilibrios de una globalización desigual e injusta. Ésta transforma medios y modelos de vida que buscan garantías de seguridad en el acatamiento y la aplicación de la legalidad internacional, sin marginar de la conciencia y el derecho la necesidad de integrar la periferia del sistema.

La sociedad civil global apoya los valores recogidos y amparados por el derecho internacional y demanda la satisfacción de resoluciones, convenciones, tratados y acuerdos. Exige que pasemos del consenso político a la acción efectiva para actuar colegiadamente en genocidios, limpiezas étnicas o crímenes contra la Humanidad, así como a la consecución de los Objetivos del Milenio. Critica también la arrogancia social, cultural, económica, política, defensiva, religiosa y mediática como obstáculos para combatir “el malestar en la globalización” y la legitimación del sistema internacional y su ordenamiento. Los rasgos que definen esta conciencia universal no ignoran la promoción de valores democráticos y la buena gobernanza frente al imperium, la arbitrariedad e imposición de intereses y dominaciones de todo tipo.

El GAN considera acertadamente la gobernanza democrática como el medio “más eficaz para que los individuos puedan desarrollar plenamente sus capacidades” y para que ejerciten su autonomía individual. Recuerda que la democracia debe surgir “de forma natural”, porque su imposición no deja de ser un contrasentido que la desacredita frente a las dominaciones públicas y privadas, así como en su reivindicación y conquista.

La Alianza de Civilizaciones es la respuesta a un modelo de integración en crisis, basado en los principios de neutralidad, igualdad abstracta y homogeneidad consagrados por “la paz beligerante o de beligerancia pacífica” de la guerra fría. Este instrumento para la convivencia intercultural debe armonizar las identidades y la diversidad, con los derechos individuales e inalienables. Lo que posibilitará el avance “en la extensión de los derechos completando el paso del universalismo abstracto de los derechos políticos, al universalismo concreto de los derechos sociales y culturales”, como reclama la sociedad civil global y para evitar las fracturas del comunitarismo o la privatización de identidades.

Los principios que estructuran el proyecto de la Alianza de Civilizaciones nacen del convencimiento de que la cooperación global es imprescindible para la estabilidad, la seguridad y el desarrollo sostenible. Reforzar el entendimiento mutuo en la comunidad internacional y potenciar los valores compartidos no es sólo una meta posible, sino deseable, que se ha concretado en recomendaciones y programas practicables para los Estados, las organizaciones internacionales y la sociedad civil, con el fin de despejar las incertidumbres que atenazan el futuro colectivo de la humanidad.

El futuro se gestiona con un sistema internacional en proceso de transformación que tiene en la Alianza de Civilizaciones un medio innovador de consenso. Este canal de participación de la sociedad civil en todas las instancias del poder político, incluido su activismo, los Estados y las organizaciones multilaterales propiciará la reorientación de episodios de violencia y miedo, así como de resolución de conflictos. Se ampliarán las vías de legitimación y concertación en la esfera internacional para hacer frente con más eficacia a los flujos de violencia que entorpecen el avance de la paz global; pues la paz o es total, o sencillamente no es paz. Es conditio sine qua non para el crecimiento social y económico y para superar los efectos devastadores del miedo y la violencia.

Los avances de la cultura de la paz son irrenunciables para las instituciones y la sociedad civil, que cooperan en su promoción, a través de actividades que se reflejan en sus diversos ámbitos de actuación. La paz y su cultura son bienes que debemos proteger y a ellos se dedicará el proyecto del Centro Internacional por la Paz de Madrid, hoy en fase embrionaria.

Para invertir las tendencias destructivas es necesaria la concurrencia de la sociedad civil que debe co-impulsar acuerdos de asociación y creación de redes de organizaciones públicas y privadas, vinculadas al sistema de Naciones Unidas. El GAN recomienda la Organización para la Ciencia y la Cultura de las Naciones Unidas (UNESCO); la Unión Europea; la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE); la Organización de la Conferencia Islámica (OIC); la Liga de los Estados Árabes; la Organización Islámica para la Educación, la Ciencia y la Cultura (IESESCO); Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), y la Organización Mundial del Turismo (OMT), así como otras organizaciones nacionales e internacionales, públicas o privadas”.

Se podría ampliar la nómina a otros ámbitos como la comunicación, la economía y la política, elementos que integran, condicionan e interactúan en la cultura universal de nuestro tiempo. El informe del GAN “explora los principales medios por los cuales se podría emprender esa acción: el análisis de las funciones clave que en la actualidad desempeñan la educación, la juventud, la migración y los medios de comunicación en las relaciones entre sociedades, y la propuesta de acciones que se pueden emprender en cada uno de esos sectores para mejorar las relaciones”.

Esta cuestión ampliamente debatida en el marco de la Alianza de Civilizaciones comprende el liderazgo social, político y religioso, junto a la responsabilidad pública y el uso de lenguaje violento, divulgado por los medios de comunicación convencionales y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. De esos debates se extrae la importancia del ejercicio de la responsabilidad individual y colectiva que nos exige un espacio multidimensional público y publicado, que está íntimamente ligado al privado. Se debe promover el “periodismo cívico” y el “periodismo preventivo”, no sólo porque recupera valores profesionales e inquietudes sociales, sino porque se compromete con la promoción de la paz, los Derechos Humanos, así como con los valores democráticos y sociales para vehicular resoluciones de crisis y conflictos.

La naturaleza de la producción y programación de la realidad mediática fundamentada en criterios de reflexión y responsabilidad posterga la terminología discursiva de la persuasión del terror, el rumor y la provocación. Ejercicios de responsabilidad y reflexión aplicables a todos los actores de la escena pública, sean éstos sociales, económicos, políticos, religiosos o mediáticos.

Las lenguas, como medio de expresión verbal, no pueden destinarse al recelo y la desconfianza, a la cacofonía del antisemitismo, la islamofobia o cualquier tipo de discriminación. Son vehículos de conocimiento, respeto y diálogo mutuo sobre creencias, símbolos y tradiciones de carácter laico o religioso. Códigos que nos desvelan desigualdades crecientes y la profunda brecha entre ricos y pobres que desempeña “un papel importante en la alimentación del resentimiento y en la erosión de la solidaridad global”.

La construcción de la Alianza de Civilizaciones es factible en un escenario de compromiso incluyente de Estados y regiones con la consecución eficaz de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Su avance será más decidido en un entorno multilateral de paz y con soluciones a conflictos históricos que, como el arabo-israelí e israelo-palestino, Iraq o Afganistán, no pueden enquistarse, porque perturban el avance de la comunidad internacional.

La iniciativa política y diplomática española favorecen el diálogo multilateral sobre estos escenarios con convocatorias como la Conferencia Madrid+15, la celebración del 10º aniversario del Proceso Euromediterráneo de Barcelona, Conmemoración del Año del Mediterráneo en 2005, Conferencia de Madrid sobre Seguridad y Terrorismo, Conferencia de Donantes sobre Iraq y Afaganistán, próxima Conferencia Ministerial OSCE… Nuestra diplomacia trabaja intensamente en la Unión Europea y en la comunidad internacional para encontrar salidas políticas democráticas, socialmente justas, estables y duraderas, admitidas por todas las partes en conflicto, los actores regionales y la comunidad internacional. El Gobierno de España y la Unión Europea quieren contribuir a la paz y la estabilidad de Oriente Medio, así como a superar conflictos y reacciones imprevisibles.

En diversas regiones y escenarios se acusa la tendencia a interrelacionar política, creencias religiosas, seguridad, terrorismo y recursos energéticos; caldos de cultivo sometidos a la atmósfera mediática y a la ignorancia del derecho internacional y el pluralismo político.

Algunos analistas internacionales consideran que el llamamiento en favor de una Alianza de Civilizaciones responde a la ominosa propagación de fanatismos y percepciones deformadas que producen rechazos. Éstas son explotadas por grupos extremistas mediante estereotipos, la satanización y la violencia sobre el “otro”. Fenómenos inquietantes que afectan en mayor medida a poblaciones excluidas, lo que proporciona desestabilización y agitación.

Junto al terrorismo se encuentran la inseguridad, el desempleo, la corrupción, la censura, la represión de movimientos políticos y religiosos, las migraciones o la ausencia de libertades cívicas, aspectos que afectan al mundo occidental y al oriental, a grandes regiones del planeta.

La solución de conflictos congelados o enconados, como el de Oriente Medio, Afganistán, Iraq, Kosovo o los de algunas repúblicas centro asiáticas, es clave para despejar el futuro e insuflarle confianza. La paz es necesaria para resolver los desafíos urgentes que tiene planteados el futuro de la comunidad internacional. Desde la Presidencia española en ejercicio de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) se trabaja para avanzar soluciones políticas a algunos de estos conflictos y en potenciar su dimensión humana y solidaria.

UNA ALIANZA EN MARCHA

Naciones Unidas, instituciones regionales, estados, expertos y sociedades civiles coinciden en señalar que la Alianza de Civilizaciones puede y debe desempeñar una función crítica del espacio intercultural, así como ampliar y reforzar los ámbitos de prosperidad y seguridad universales. Sus actividades se concretan en la actualización y expansión de los programas en curso y de las acciones innovadoras impulsadas por el sistema de Naciones Unidas, organismos regionales, estados, parlamentos y gobiernos, así como todos los niveles administrativos y el conjunto de la sociedad civil, sin reiterar esfuerzos en las áreas de educación, juventud, medios de comunicación y políticas migratorias.

La designación de Jorge Sampaio como Alto Representante para la Alianza de Civilizaciones por el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, supone un paso decisivo para ejecutar las recomendaciones del GAN y poner en marcha el Foro; un instrumento compuesto por organismos e instituciones internacionales, gobiernos, sector privado y sociedad civil que se reunirá periódicamente para “forjar acuerdos de asociación” y presentar “compromisos de acción”.

El ex-presidente portugués afrontará en los próximos meses la redacción de una planificación estratégica y la promoción de Consejos de la Alianza autónomos “en los ámbitos, nacional, regional y local” para desarrollar y coordinar propuestas y acciones. La cooperación mundial en materia de iniciativas interculturales habrá que dotarla con el Fondo de la Alianza de Civilizaciones, dentro del sistema de Naciones Unidas. A él deben contribuir Estados y sectores privados, pues su financiación será también la expresión del compromiso de la comunidad internacional y de la sociedad civil global con la promoción del diálogo y la convivencia intercultural y creativa.

En muchos países y ámbitos administrativos se deben incorporar Consejos de Alianza, ya sea en municipios, comunidades o ciudades autónomas, Estados y organismos multilaterales como la Unión Europea o el partenariado Euro-mediterráneo.

Los Consejos de la Alianza locales cuentan en nuestro país con un precedente de interés en la red local que aglutina los municipios de Leganés, Alcorcón, Fuenlabrada, Getafe, Móstoles y Parla, donde bajo el lema “la imaginación como capital social” se proyecta la educación en valores recogida en la Alianza, a través de una futura red de raperos europeos y latinoamericanos.

EDUCACIÓN

La internacionalización de los sistemas educativos, el conocimiento, el intercambio y la producción cultural ampliarán progresivamente el horizonte de muchos jóvenes en diversas zonas del mundo. La inquietud los mueve a buscar modelos alternativos a los sistemas convencionales para encontrar nuevas identidades y desarrollar la autonomía personal sin abandonar sus raíces y, también, la pertenencia a una comunidad de destino compleja y global.

Más que poner el acento en nuevas actividades en materia educativa, el GAN recomienda adaptar y expandir los esfuerzos ya en marcha, que implican a gobiernos, instituciones multilaterales, universidades, expertos, responsables políticos y comunidades educativas. Insta a difundir “una educación global, intercultural y de promoción de los derechos humanos”.

Para que estas acciones no caigan en saco roto, la enseñanza primaria y secundaria podría incorporar en sus curricula formación adecuada sobre otras regiones del mundo, sus culturas y creencias religiosas. En esta tarea la UNESCO y la ISESCO, junto a centros de investigación educativa y de profesores, han confeccionado y pueden seguir editando material didáctico para difundirlo entre los sistemas comprometidos con la libertad de enseñanza y la Alianza de Civilizaciones. El antecedente de la Red de Seguridad Humana y del “Manual de Educación en Derechos Humanos” es exitoso e indica que los acuerdos son realizables en materia educativa.

En España la asignatura de educación para la ciudadanía podrá cubrir las carencias que aún registra nuestro sistema educativo en este sentido y puede abrir sus contenidos a la educación multicultural y a las acciones de la Alianza. Así se reforzará la formación y la adaptación de los ciudadanos que se desenvuelven en un mundo global y en entornos multiculturales, multiétnicos, multilingüísticos y multireligiosos.

Las estrategias formativas convergen en la conveniencia de fomentar intercambios interregionales de alumnos y profesores. Ya tenemos una buena experiencia acumulada en estos programas en la Unión Europea (Erasmus, , Iberoamérica (Fundación Carolina) y, próximamente, en el Mediterráneo, (Fundación Ana Lindt).

Hoy en día son necesarios más especialistas para desarrollar recursos pedagógicos en Historia Universal y difundir el conocimiento que refuerce el respeto y el pluralismo. También las tradiciones culturales y las aportaciones del diálogo ecuménico, que atesoran una importante herencia humanística, racionalista y científica.

Ignorar, despreciar o condenar los credos y la libertad religiosa o de culto, así como violar su patrimonio, implica negar sus aportaciones racionalistas que, en los casos del cristianismo o el islamismo, se remontan a las primeras centurias de nuestra era. Ambas religiones, junto a otras importantes creencias, tienen como fin humanizar el mundo y describen caminos espirituales para la conducta individual y colectiva. El Corán, por ejemplo, reitera con insistencia y, a través de 50 versículos, que no se sea malhechor (mufsidun) y que no se corrompa la tierra; al tiempo indica que “los que están alejados no os combaten y os ofrecen la paz; Dios no os deja contra ellos ningún camino” (4:90).

En estas áreas es imprescindible la labor y el discurso de los medios de comunicación en la promoción del respeto cultural y religioso. Éste se constituirá en objeto de estudio en las aulas de enseñanza primaria y secundaria, como ocurre en muchos países del mundo. La educación sobre los soportes de comunicación, información y entretenimiento puede formar visiones críticas y pacíficas, sin prejuicios y temores. En Occidente, los programas educativos en relación con los medios de comunicación tradicionales y los soportes digitales llevan años de desarrollo e implantación en colegios e institutos. Entre los pioneros, el veterano “prensa-escuela”.

Los sistemas educativos y laborales no pueden excluir o marginar a jóvenes y mujeres. Dos tercios del analfabetismo en el mundo tienen rostro femenino, al que le afecta aún más la pobreza y la privación de derechos. Por ello, los redactores del Informe consideran prioritario reforzar las asociaciones de mujeres e infancia para promover “oportunidades de aprendizaje, y de creación de empleo como las condiciones de vida de la mujer”, como vía para “paliar estas injusticias”.

El GAN apuesta por la creación de “comités de revisión de los programas de estudio” y mecanismos recíprocos de revisión de los sistemas educativos que garanticen “su aplicación coherente”. Recomienda unir esfuerzos entre “Estados Miembros, organizaciones multilaterales, como la Organización de la Conferencia Islámica y la Unión Europea”, para acordar programas educativos, sobre contenidos generales propuestos y dirigidos a la enseñanza y a las comunidades educativas, a la estructura de la sociedad civil, la educación intergeneracional o la formación permanente y el trabajo.

Esta última perspectiva se analizó el pasado mes de noviembre en Algeciras en la Conferencia Sindical Internacional, “La visión sindical en el marco de la Alianza de Civilizaciones”, organizada por la UGT en colaboración con los sindicatos de los países mediterráneos y en el escenario conmemorativo del Centenario de la Conferencia de Algeciras; una iniciativa fructífera en la que tuve la satisfacción de participar.

La formación continua, la creación de empleo estable, el compromiso con la producción de climas laborales respetuosos y seguros, son objetivos que comparten las organizaciones sindicales mediterráneas, integradas en la nueva Confederación Sindical Internacional. Sus máximos dirigentes han formulado un llamamiento a los jóvenes para que participen y se impliquen aún más en la vida asociativa y en la acción sindical.

LOS JÓVENES

La Alianza de Civilizaciones es un proceso orientado fundamentalmente a los jóvenes, pues son protagonistas del hoy y del mañana. A través de redes asociativas han canalizado su activismo y sus llamadas explícitas a la comunidad internacional para corregir injusticias y desequilibrios en la globalización. Muchas de ellas defienden los principios de la paz, el diálogo y la concertación. Su empuje coopera con la extensión de los Derechos Humanos y reivindican que “otro mundo es posible” y, afortunadamente, es así.

Los jóvenes se revelan frente a las dificultades que encuentran en el acceso a formas de progreso humano que les niegan la autonomía individual y las perspectivas de bienestar. Muchos regímenes de todos los hemisferios han fracasado a la hora de satisfacer las legítimas aspiraciones de sociedades y pueblos. No han alcanzado cotas de desarrollo, seguridad y emancipación conforme a los patrones del siglo XXI, lo que perciben con intensidad jóvenes de muchas regiones del mundo, desde Iberoamérica hasta Asia y, de manera más aguda, en el mundo árabe.

Los Estados Árabes, según el “Informe sobre Desarrollo Humano 2006” del PNUD, van a triplicar su población en el período 1975-2115, lo que representa que más de un tercio de sus ciudadanos son jóvenes menores de 15 años. Aunque su tendencia de crecimiento demográfico se desacelera, se han de buscar soluciones creativas e imaginativas para posibilitar su pleno desarrollo ciudadano. Y sobre todo, descubrir nuevos yacimientos de empleo y propuestas coherentes de desarrollo sostenible.

A la presión demográfica de los Estados Árabes se unen elevados índices de paro, que se inscriben entre los registros más destacados del mundo, al tiempo que se encuentran en el grupo de Estados que perciben un importante número de refugiados. Estas perspectivas crean gérmenes de radicalismo que, bajo formulaciones democráticas, culturales, teocráticas o mediáticas, encuentran recursos para sembrar el miedo, el terror y la destrucción; para promover estados fallidos y zonas de inseguridad e inestabilidad. Los atentados del Magreb de los últimos meses así lo atestiguan.

La juventud quiere coparticipar en los desafíos de futuro de manera constructiva y junto a los “enfoques integradores en materia de educación” es necesario el establecimiento de una red global de juventud o “Alianza Mundial de la Juventud, como mecanismo para que los jóvenes puedan contribuir a la aplicación de todas las recomendaciones contenidas”. Esa red tendrá diversas configuraciones e influencia en los objetivos de la comunidad internacional. Su creación ampliará los intercambios de cooperación de los jóvenes y su mayor acceso, presencia e impacto en Internet.

El Consejo de la Juventud de España ha establecido líneas de creación de redes asociativas con Iberoamérica y el Mediterráneo, a través de reuniones y programas internacionales. El asociacionismo sigue estando entre los objetivos con los que concurrirá a la Conferencia de Juventud, convocada por la OSCE para el próximo otoño en Madrid.

El GAN sugiere unificar e integrar los objetivos de países y organizaciones como la Unión Europea y la Conferencia Islámica. A este esfuerzo colectivo deben sumarse activistas civiles y líderes religiosos que formulen aportaciones para iluminar algunas incertidumbres y preocupaciones de los jóvenes; de los ciudadanos del siglo XXI.

Es de sumo interés la propuesta de crear un “Fondo Cultural y Servicio de Redes” que implique a donantes públicos y privados, a empresas transnacionales que ejercen con rigor su responsabilidad y compromiso social. Con estos recursos se pondrán en contacto jóvenes emprendedores y creadores, “artistas, escritores, músicos y cineastas”, con directivos de la industria cultural. Redes que deben crear servicios estatales, regionales y globales de empleo juvenil, en los que se integre plenamente a las mujeres. Su influencia y participación será decisiva para acelerar estas propuestas e incrementar su eficacia.

Niñas, jóvenes y mujeres son las grandes marginadas por la pobreza y la ausencia de formación. Soportan injustamente sobre sus espaldas el peso de los desequilibrios de la periferia del sistema y se les niegan oportunidades. En el rumbo ambivalente “de una economía mundial descontrolada -como indica Edgar Morin-, la tiranía del dinero” combina “una barbarie que se remonta a la noche de los tiempos con la barbarie glacial del cálculo técnico y económico”.

MIGRACIÓN

Las migraciones forman parte de la Historia de la Humanidad, aunque en el umbral del siglo XXI adquieren perfiles inéditos como son: la universalización de los movimientos migratorios, la incorporación masiva de mujeres y menores, o el creciente protagonismo de la emigración cualificada de Iberoamérica, África o Asia a países desarrollados. En solo unos años la gestión migratoria se ha convertido en una de las prioridades de la agenda global. Este drama humano y humanitario de grandes dimensiones exige la atención prioritaria de la comunidad internacional, así como de los países emisores, de tránsito y destino.

Las migraciones se deben a múltiples factores aunque, en muchas ocasiones, tras ellas se esconden la falta de libertad y bienestar. Nuestra sociedad aún mantiene viva la memoria de sus emigraciones a Europa y América, que protagonizaron numerosos grupos de españoles emprendedores y con afán de cambiar sus condiciones de vida. Como se lee en “Las mil y una noches”, “el mundo es la casa de los que no la tienen”.

Desde la responsabilidad política se deben encauzar de manera creativa las energías que subyacen en las pautas migratorias globales en beneficio de las sociedades de origen y de destino y, de manera especial, de los propios emigrantes. El enfoque integral del diseño de la política migratoria es hoy compartido por la mayoría de Estados de la comunidad internacional.

Naciones Unidas, la Unión Europea o las Conferencias de Rabat y Trípoli han puesto de manifiesto que las migraciones necesitan de una atención simultánea en distintas dimensiones y secuencias. Es posible alcanzar el objetivo de armonización de medidas y actuaciones para una nueva política migratoria, a través de la coordinación de acciones multilaterales, el incremento de la colaboración, así como de la normalización y simplificación de mecanismos y procedimientos internacionales.

La política migratoria recoge también su vertiente endógena, como factor de desarrollo y modernización que genera el impacto positivo de las remesas y la migración circular. Incorpora el protagonismo de las diásporas al desarrollo de sus países de origen, mediante el acceso de los emigrantes y sus familias a mecanismos de desarrollo económico y financiero.

Las aportaciones de Iberoamérica a la Unión Europea y a España, por citar un significativo ejemplo, se traducen en un importante volumen de remesas. Según datos del Banco de España, superan ya los 5.000 millones de euros, y representan cerca del 0,4 por ciento de nuestro PIB; un porcentaje algo superior a nuestra ayuda oficial al desarrollo y un factor económico de primer orden.

Las medidas políticas estructurales en materia de migraciones atienden a sus causas profundas y se acompañan de acciones efectivas sobre las corrientes migratorias, lo que estimula la consecución de los Objetivos del Milenio, y otras iniciativas de cooperación al desarrollo. También afronta la integración de nuevos ciudadanos en los países de destino y la persecución de redes y mafias de tráfico de personas.

La integración de políticas migratorias y la propia iniciativa de la Alianza de Civilizaciones otorgan sentido a la propuesta del anterior Secretario de las Naciones Unidas, Koffi Anan, que defendió la necesidad de crear un Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo. Éste es necesario para ampliar las vías de diálogo y de concertación multilateral sobre ambos desafíos, en los que se dejará sentir el cambio climático, según comités internacionales de científicos, expertos y organizaciones.

Las migraciones han burilado la fisonomía multiétnica y multicultural de ciudades y pueblos de todos los continentes. Han nutrido la convivencia armónica con nuevos ciudadanos. El medio local, sobre todo el urbano, se ha abierto a la diversidad y a la multiculturalidad. Sus incipientes tramas asociativas, la formación e información y la colaboración entre el ámbito público e institucional, recogen datos que no ofrecen dudas.

Desde esta perspectiva, la comunidad internacional tiene en las entidades locales a sus principales valedoras, pues son parte esencial de estas acciones y propuestas de la Alianza de Civilizaciones. Ciudades y pueblos de muchos puntos del mundo apoyan y estimulan la participación cívica de los nuevos ciudadanos; tarea en la que colabora la sociedad civil y la defensa de la igualdad de oportunidades, la lucha contra el racismo y la xenofobia, y la defensa de la solidaridad.

En la integración y en la participación se han implicado también el sector privado y el mundo empresarial (de ámbitos local, autonómico, estatal, regional y transnacional)  sensibilizados con las sociedades y los territorios en los que operan. El mundo asociativo, las comunidades educativas y los espacios públicos deben transformarse en medios de formación cívica de familias y nuevos ciudadanos.  La diversidad de sectores que componen la sociedad civil de pueblos y ciudades debe incorporarse a los Consejos de Alianza en su misión de coordinar y desarrollar sus formulaciones. El seguimiento y control, así como la elaboración y contraste de acciones son el eje central de la estructura de esta propuesta de Naciones Unidas.

Ante la heterogeneidad de contextos cívicos, los estándares de recogida, tratamiento y seguimiento de información y de experiencias, han de ser acordados para analizar en sintonía de las relaciones intercomunitarias. Su salud se mide en niveles de respeto a la diversidad, de integración efectiva, participación e igualdad de oportunidades. La sociedad civil, las referencias culturales y espirituales y el diálogo ecuménico deben promover procesos de colaboración e intercambio en este contexto. El diálogo está convocado a deshacer equívocos y promover el entendimiento y la cooperación para el crecimiento humano y el avance de la cultura de la paz.

En estas acciones, las universidades y los organismos de investigación e innovación, en todos los niveles de gestión de la Alianza, entretejen una red esencial e incipiente para elaborar un discurso del conocimiento científico sobre las aportaciones de las migraciones y el patrimonio acumulado por las sociedades multiculturales. Sus estudios y publicaciones formarán parte de él y se dirigirán a la divulgación entre la sociedad civil global, actor-perceptor de esta iniciativa “glocal”.

Este sueño imposible hace sólo unos años es cada vez más real, pues el cambio tecnológico dispone de medios para “unir la capacidad metafórica de prácticamente toda la humanidad”. Estos medios se emplean para forjar procesos de socialización e identitarios, “en un movimiento perpetuo, sin fin”.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

En esta dinámica constructiva son decisivos el empuje y las aportaciones de los medios de comunicación, pues como señala en un artículo el escritor Juan Goytisolo, “millones y millones de antenas parabólicas brindan imágenes de un mundo que parece al alcance de la mano, un mundo de riqueza ostentosa y bienestar mirífico, en las que, como dijo un albanés detenido al desembarcar en la costa italiana, “dan de comer a los perros con cucharilla de plata””.

Los medios de comunicación, información y entretenimiento en sentido extenso, comienzan a percibir la inmigración como un actor y un consumidor que, en pie de igualdad, participa en el escenario territorial y en la Red. Las empresas editoras de contenidos tienen en sus manos la conciliación del conocimiento y el entretenimiento, vectores que trazan el futuro de la industria del pensamiento y la comunicación. Su responsabilidad debe recalar en la divulgación de estados de confianza mutua, en la supresión de la sociedad global de la ignorancia, así como en la denuncia de la privación de libertades y de condiciones infrahumanas.

Los medios de comunicación en su turbulento tránsito a la globalización son un destacado frente contra los fanatismos y dogmatismos. El futuro colectivo depende también de los resultados de su acción contra los intereses ilegítimos de todo tipo, así como contra los tópicos, los temores, la marginación y el aislamiento.

Las expresiones comunicativas grupales o individuales modelan nuestro imaginario en cualquier tipo de formato, sea éste tecnológico o convencional. La relación con los medios tecnológicos de la comunicación y la información es cotidiana y modifica nuestros modos de percepción, conocimiento y conducta. Transmitimos millones de datos de manera instantánea a través de terminales de ordenadores, teléfonos móviles u otras tecnologías de la información y la comunicación, lo que nos transforma en productores y receptores comunicativos. Ejecuciones, guerras, terrorismo, maltrato, expresiones xenófobas y racistas, circulan por la red y en medios de comunicación (radio, televisión y prensa), así como en productos audiovisuales, incluidos videojuegos, donde se lesionan los derechos y la dignidad humanos.

La defensa de la libertad de expresión y el pluralismo informativo son prioritarios; de igual manera que la búsqueda del equilibrio entre el poder mediático en su conjunción con el rigor informativo. Algunas publicaciones se han hecho eco de esta relación que, tras frenar la propaganda oficial, las restricciones a la libertad de expresión e impulsar las desregulaciones en los países occidentales a lo largo del pasado siglo, “un pequeño grupo de multinacionales controlan la información y el mercado de la cultura. Los movimientos sociales son menospreciados. Los periodistas regresan a la precariedad, mientras que la propiedad, cambiante y concentrada, aumenta sus beneficios”.

Este proceso aún inacabado propicia que millones de personas se movilicen contra la concentración informativa y establezcan espacios de comunicación bajo formatos fragmentados e innovadores. Probablemente, sea necesario que un “quinto poder”, como señala Ignacio Ramonet, “informe sobre la información” por la insuficiencia de los sistemas de regulación de los medios de comunicación.

En este panorama poco halagüeño la asociación Media Watch Global abre una ventana al optimismo, porque considera que el siglo XXI será el de la comunicación y la información que “pertenecerán finalmente a todos los ciudadanos”. El Observatorio Internacional de Medios de Comunicación puede convertirse en el contrapeso que desvele el espectáculo, aparentemente informativo, que esconde la lógica de los intereses de los grandes grupos mediáticos. El GAN sugiere la conveniencia de crear un “fondo de riesgo”, constituido por donantes públicos y privados, para “contrarrestar las fuerzas del mercado que fomentan los medios y materiales culturales sensacionalistas y estereotipados”.

Mientras tanto el recelo, la pérdida de credibilidad, la manipulación, la presión publicitaria o la mercadería amenazan los flujos de información ética responsable, mientras se depaupera el derecho universal a la información. Para evitar su deterioro los estados y gobiernos deben protegerlo y los informadores elaborar, suscribir y asumir códigos éticos, independientemente de que nazcan de la voluntad autónoma o reguladora. Hay que establecer compromisos para restituir la deontología, la ecuanimidad y desmantelar el “estado –global- de inseguridad informativa”.

Los contenidos mediáticos y el tratamiento informativo no pueden establecer correlaciones conceptuales como inmigración-conflicto, intolerante-musulmán, inmigrante-pobre, terrorismo-islámico u otros términos que se relacionan sin ecuanimidad e incrementan el florecimiento de prejuicios, tópicos y desinformación.

En la reproducción de estos estereotipos no puede ignorarse “la dictadura que ejercen los audímetros sobre la información y que, con frecuencia, obliga a los medios a servir la misma comida, aderezada con clichés y frases hechas que abren unas brechas irreparables en la coexistencia armoniosa entre los pueblos y el interior de cada uno de los Estados”, como comenta Bichara Khader. Una mirada rápida a los medios tecnológicos y convencionales nos devuelve a diario un buen número de ejemplos.

El GAN señala en su Informe que para mejorar el entendimiento sería preciso que “las personas más representativas de los ámbitos académico, religioso, político, cultural y de la sociedad civil deberían producir contenidos para los medios (artículos de opinión, comentarios y declaraciones en formato de vídeo o de audio) que sirvan para mejorar el entendimiento intercultural, especialmente en tiempos de crisis”. Su contribución a la Alianza es enfatizar la convivencia, el encuentro y la participación en todos sus ámbitos y medios. Mediante el acuerdo, elaborar contenidos que recojan los valores suscritos en los Derechos Humanos y, sobre todo, los que reflejan respeto y solidaridad, conocimiento e intercambio. Una visión constructiva que afecta a la comunicación publicitaria y persuasiva e influye en climas de convivencia entre culturas y tradiciones.

El Grupo de Alto Nivel sugiere la ampliación de fondos públicos y privados para difundir contenidos en múltiples soportes que extiendan los derechos humanos, la convivencia, el acuerdo y la cooperación. Desde series de televisión a programas de radio, eventos deportivos, producción cinematográfica, animación, web o videojuegos, deben incorporar criterios y recomendaciones del Foro para la Alianza de Civilizaciones. En él se pueden analizar estrategias de potenciación de programas y productos que las recojan y establecer líneas de debate y coordinación con los grupos mediáticos transnacionales, a los que la sociedad civil global demanda responsabilidad civil y social.

En la incorporación de contenidos informativos, formativos y de entretenimiento están implicadas las escuelas y facultades de periodismo, así como las asociaciones y organizaciones de editores y de profesionales de la información, institutos de estudio, agencias de control de difusión, comités audiovisuales nacionales, regionales o locales y un conjunto de instrumentos que deben interrelacionarse para cooperar en la promoción del respeto y la convivencia multicultural, así como para efectuar revisiones críticas mutuas y transparentes.

En esta dirección apuntan los trabajos de la Alianza Mediterránea de Agencias de Noticias, que celebró su asamblea general el pasado año en Barcelona, o la contribución de la Asociación de Periodistas Europeos a la Conferencia OSCE de Córdoba, sobre “Antisemitismo y otras formas de intolerancia”. Merece una especial mención la cooperación del Ministerio para el nuevo Servicio Informativo Multimedia de la Agencia EFE, que inauguramos el pasado año en El Cairo para los 22 países de la Liga Árabe.

También muchos de los programas, festivales, certámenes y premios apoyados por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) e instituciones públicas (ayuntamientos, diputaciones, cabildos, comunidades y ciudades autónomas, asociaciones ciudadanas, comunidades educativas, fundaciones públicas y privadas de nuestro país) han adquirido una amplia experiencia en la difusión del intercambio y el mestizaje. Han confeccionado productos formativos e informativos que pueden servir de experiencia y base en el espacio euromediterráneo, Iberoamérica, Oriente Medio o regiones y zonas del África subsahariana y Asia.

UN PROYECTO CÍVICO

En la creación y promoción de estos enfoques culturales están comprometidas las instituciones donde está representado el Gobierno, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y el Estado, ya sea en la Asamblea de Naciones Unidas, la UNESCO, la Unión Europea, las Cumbres Iberoamericanas, el partenariado Euro-mediterráneo, la OSCE, así como un conjunto de instituciones de ámbito internacional, donde potenciamos la dimensión humana y la convivencia intercultural.

Esta línea estratégica conduce las actividades de organismos en los que forma parte de sus órganos de gobierno el Ministerio o dependen de él, como son: el Instituto Cervantes, las Casas América, Asia, África, Árabe y Sefarad- Israel, el IEMED, el Centro por la Paz de Toledo, la FIAAPP, la Fundación Carolina, el Real Instituto Elcano, así como otros organismos e instituciones, que han incorporado o tienen como finalidad estas líneas estratégicas.

Los programas de intercambio de profesores, científicos, emprendedores, jóvenes, periodistas o gestores culturales obtienen resultados de importancia para la convivencia y el trabajo conjunto. Así lo indican los resultados de muchas de las actuaciones llevadas a cabo por éstas u otras instituciones. Establecen lazos de entendimiento y cooperación y suman su dedicación y trabajo a favorecer la cohesión de la sociedad civil global.

La itinerancia de exposiciones y muestras, la revitalización de los autores clásicos que desvelan estereotipos, la creación de canales de distribución alternativos, y el apoyo a los establecidos, para la difusión de productos culturales que “humanicen y normalicen las opiniones de la población occidental sobre las sociedades de mayoría musulmana, y las de éstas sobre las occidentales”.

España cuenta con iniciativas que, como la muestra de “Ibn Jaldún”, las exposiciones colectivas, los certámenes de teatro, cine, televisión, aniversarios u otras actividades que incorporan y profundizan en el diálogo transcultural. Todas ellas cuentan con el apoyo firme del Gobierno y de la red institucional de la diplomacia pública española, así como con el compromiso y la complicidad de comunidades autónomas, corporaciones locales y sociedad civil.

La Alianza de Civilizaciones es un proyecto de diálogo constructivo permanente; un cauce de debate crítico y autocrítico que engloba todos los ámbitos de participación ciudadana e institucional, con el fin de actualizar y gestionar nuestras relaciones multiculturales globales y locales. La defensa de los Derechos Humanos y la legalidad internacional cuentan con este medio institucional y ciudadano para su aplicación, seguimiento y promoción, así como para la convivencia y la solidaridad.

Los Consejos de Alianza y los instrumentos previstos para el desarrollo de este proyecto de Naciones Unidas tendrán la responsabilidad de incidir en áreas estratégicas, que conforman espacios de participación y compromiso de la sociedad civil. Sin ella no se podrá avanzar en la conciliación del diálogo y la convivencia intercultural, así como en la revisión de estrategias de educación, juventud, migración y comunicación, que interactúan en la cultura de nuestro tiempo y en el futuro de la humanidad.

El proceso euro-mediterráneo de Barcelona ha sido y es un buen banco de pruebas. Ha establecido un flujo de cooperación y una política de vecindad que alcanza la seguridad y el terrorismo, la gestión de corrientes migratorias, el medio ambiente, el comercio y el turismo, la cultura o la educación. Áreas de gestión en las que estamos involucrados los Estados y sectores sociales y que entroncan con recomendaciones previstas para la Alianza. Las regiones euro-mediterránea y euro-africana, Iberoamérica y Asia tienen zonas de graves desequilibrios y atropello de los derechos humanos y su dignidad. Desigualdades que debemos corregir en igualdad y a las que se podrá hacer frente con eficacia desde la cooperación cívica y el diálogo intercultural. Un desafío global y ciudadano que afecta a la realidad cotidiana de nuestro tiempo.